Entradas etiquetadas como trabajar

Hazlo tú mismo / Do it yourself (Esp/Eng)

Siempre he estado rodeada de hombres muy mañosos. Mi padre el primero, capaz de construir una casa con criterio en la montaña, desde los cimientos, que lleva en pie los mismos años que yo tengo, sin grietas ni desniveles. Mi padre lo mismo te pinta las paredes, que te arregla un enchufe, que cuelga una estantería.

Y con ese ejemplo de hombre a mis espaldas yo nunca he querido a uno que no supiera hacer la O con un canuto. Sin ser consciente, digo, al final siempre me he quedado con los hombres que saben hacer de todo. La consecuencia es negarme la oportunidad de aprender a hacer algo útil, como cambiar el fusible de un enchufe o conocer los trucos de un calentador de gas.

We-Can-Do-It

Hasta que Ikea llegó a mi vida.

De esto hace ya tiempo, pero no he disfrutado tanto como en los últimos tiempos. Así que con la excusa de ‘necesito un espacio organizado para trabajar’, me voy a Ikea a comprar, básicamente, un taburete y una cajonera para meter todas esas cosas que todavía no conocen a ‘ese cajón donde va todo’.

Algunas personas piensan que Ikea es un robo de tiempo. A mí me ofrece la oportunidad de sentirme útil, capaz de construir algo palpable por mí misma. Me hace sentir poderosa, dueña de mis actos, creer que puedo alcanzar la sombra de mi padre.

screws and thingsLa función empieza. Arrastro la caja hasta el comedor, la abro, lo saco todo, miro la primera página de las instrucciones y me pongo. Diez minutos después, ante un atasco imprevisto, ese hombre que tengo a mi lado y que por supuesto es mañoso, me mira con cariño para preguntarme si he advertido el detalle de la diferencia del tamaño entre las tablas. De mi mirada se deduce un no obvio.

Ese hombre, que sin ser consciente también elige a mujeres que hay que salvar, decide que va a por las herramientas que todo hombre que se precie tiene. El destornillador todo-en-uno me recuerda a mi padre. Lo cojo, casi me pongo a enroscar cuando una voz me frena para indicarme cómo funciona. Aprieto cuatro tornillos, pero instintivamente delego la tarea y organizo el siguiento paso. Es el minuto 20 y ya estoy aburrida. El hombre de la caja de herramientas lo sabía desde antes y yo me alegro de tenerlo como compañero.

Poco después el artefacto está listo. Veo reflejado en él a todos esos hombres habilidosos.

The stepladder, the super powerful screwdriver and Bego

Yo me siento útil porque llevo como nadie el papel conductor, organizativo. A mí lo que me gusta es dar órdenes.

Y estos hombres, que se lo curren.

DO IT YOURSELF

Handy men have always been in my life. My father is the best example, able to design and build his own house, which still stands, with neither cracks nor uneven floors. My father has always painted his house, fixed plugs and hung shelves.

With this background, I’ve never loved a man who couldn’t tell his arse from his elbow. Without realizing, I’ve always chosen useful men. As a consequence, I haven’t acquired practical knowledge, as changing a fuse or controlling a domestic water-heater.

Until I met Ikea.screwdriver

It was a long time ago, but I’ve been enjoying it lately. With the excuse of needing an organized place to write, I went to Ikea to buy a stepladder and a drawer unit, this one to hide all those things which don’t have their own place.

Somebody told me that Ikea robs you of your time. From my point of view, it gives me the opportunity to feel useful, able to build something that I can actually touch. It makes me feel powerful, master of my actions. I can even think I can reach the shadow of my father.

hammer

Once I have all the goods at home, I drag the box to the living room, open it, take everything out, read the first page of the instructions and start. Ten minutes later I get stuck and my husband, who is skilful, by the way, looks at me with care, to ask me if I realized the different sizes of the boards. You can tell from my glance that the answer is an obvious no.

That man, without realizing, has chosen a woman who needs to be rescued. Playing his role, he takes his tool box, which every single useful man is supposed to have. He has an electrical screwdriver which reminds me my father. I take it and when I am almost starting, his voice stops me to explain how it works. I tighten four screws but I delegate the task. By instinct, I organize the next step. It has been 20 minutes from the beginning and I am bored. The man with the tool box knew it before I noticed it and I am happy to have him as a partner.

Shortly after, the stepladder and the drawer unit are ready. I can see on them all of those skilful men.

stepladder

I feel useful because I am really good at organizing (and giving directions). I love giving orders.

And you men, work hard on it.

, ,

2 comentarios

Diana, you decide

We had the same idea. We are still connected. She lives in London. I live in Melbourne.

Such a messy desktops when we work for ADN newspaper

Nuestras mesas en el periódico ADN eran un desastre. Such a messy desktops

I proposed her to work together, as we used to, talk, share ideas, confront our point of views, connect with a look of complicity (via Skype).

The idea is, at least, challenging for both of us. It will keep us busy, mentally active and compromised.

I told her: ‘wouldn’t it be thrilling?’

Diana, the ball is in your court.

El pase de diapositivas requiere JavaScript.

, , , , ,

Deja un comentario

Los españoles, los más listos

La primera regla que aprendí cuando aterricé en Australia es que aquí se paga por todo. Eso, y que el precio en general de casi todo es desorbitado. Una vez pasan las primeras semanas, el susto se diluye, pero los precios siguen ahí, desafiando.

Los australianos están acostumbrados. El resto no. Así que el objetivo de la mayoría es conseguir ese nivel de vida que haga que la lista de la compra no nos suponga uno de los peores tragos de la semana. Cada uno lo hace como puede, lanzándose a la hostelería, aceptando trabajos sin contrato, limpiando o vendiendo bicicletas… Todo vale. Hay que sobrevivir.

Y luego están los españoles.

Los españoles, como el resto, queremos un puesto cualificado; queremos trabajar de lunes a viernes y salir a las cinco de la tarde; queremos tener contrato y vacaciones pagadas para irnos a Europa o a Tailandia; queremos trabajar de lo nuestro y que nos paguen la hora como toca. Queremos ser mi abogada, a la que no le tiembla la mano por firmar un contrato en el que pide más de 300 dólares por hora. Esto es Australia.

Los españoles nos esforzamos como todos. Mucho. Y cuando empezamos a vivir bien, entonces a alguno le da por quitarse la piel de cordero y mostrarse como esos personajes que a mí ya me daban grima en España. Son los que quieren encontrar a trabajadores con mucha experiencia que colaboren con ellos, por su cuenta, por supuesto, pagándoles la hora por debajo de su convenio. Sus palabras favoritas son colegas, amigos, implicación y becas. Y su frases estrella, “nos hacemos un favorcito mutuo” y “primero esto y luego ya veremos”. Han cambiado el puro y el bigote por las chanclas y el buen rollo. No quieren ni oír hablar de compromiso -aunque hacen muchas promesas-, impuestos o contrato. Eso sí, su máxima personal es “Yo ni me muevo por 600 dólares” y “a partir de 1.800 hablamos”. Han venido a Australia para forrarse.

A mí me han llegado a vender, para que asuma mis posibilidades en el mercado laboral australiano, que el trabajo que yo quiero como periodista no existe por 30 dólares la hora. Estoy de acuerdo, se paga mejor. Otros me explicaron que me hacían un favor pagándome 17 dólares la hora como periodista y que la ventaja es que al menos no tengo que trabajar de camarera. “¿Tampoco tengo que pensar?”, les pregunté. Los más graciosos me sugirieron qué historias debía contar en mi blog para atraer a posibles clientes. Traficar con mi blog. Fueron demasiado lejos.

Al principio una lo ve claro. No hay nada como la perspectiva de ir a trabajar con tacones, bien vestida y maquillada. Y hacerlo sentada. ¿Dónde hay que firmar con tal de no llevar gorra y acabar el día oliendo a cebolla y pollo asado? Pero ese argumento, lleno de veneno, empieza a agrietarse a la segunda semana.

Yo, que soy una mercenaria, trabajo por dinero. Yo también quiero irme a mi país de vacaciones un mes y medio, como hacen ellos. Mi filosofía no cuadra con la suya y afortunadamente el tiempo me ha llevado a dar con jefes que hacen las cosas como toca. Así que, me pregunto por qué, ya que la mayoría empezamos desde cero, esos españoles (o argentinos o indios o italianos o portugueses o chinos o australianos…) no se animan a aplicar un modelo que sea beneficioso y justo para todos.

Yo los doy por perdidos. Y los quiero lejos. Cuanto más mejor.

, ,

9 comentarios