Entradas etiquetadas como St. Kilda

Los pingüinos

A veces me siento perdida en una ciudad como Melbourne. Es tan grande que hasta noto cómo está a punto de tragarme. Es entonces cuando me pregunto por qué no busco otro sitio en el que me asuste menos, más amable.

Pero la sensación se desdibuja cuando me topo con pequeñas cosas, como los pingüinos de al lado de mi casa. Porque en qué ciudad puedes decir que vives a quince minutos de los Fairy Penguins.

La otra noche, Francisco y yo salimos en busca del mar, de esa brisa que lo calma todo. Decidimos caminar por el muelle que te lleva hasta la colonia de pingüinos que llega a la ciudad en primavera. Quince minutos después, mar adentro, los vimos. Allí estaban, exhibiéndose ante los turistas, ante las luces rojas que tienes que utilizar para no incomodarlos, para que sigan a lo suyo, que en esta época consiste básicamente en aparearse. Estaban cachondos, los pequeños pingüinos.

Entendí que esos ruidos que hacían eran para atraer al otro después de escuchar al joven que explicaba todo a un grupo de visitantes curiosos. Seguí con la oreja puesta, como siempre hago, para descubrir, por ejemplo, que estos pingüinos, los Eudyptula Minor, sólo viven en la bahía de Melbourne, en Nueva Zelanda y en algunas partes de Chile, que vienen aquí porque las aguas frías son menos espectaculares que las tropicales, pero tienen más nutrientes y encuentran comida de mejor calidad.

Metidos en nuestro papel de turistas, nos dispusimos a hacer unas fotos, con una calidad de resultado dudoso. Yo me quedo con el recuerdo en mi retina y os dejo esta ‘picture’, en la que se intuye a un pájaro bobo detrás de mi cara sonriente.

, , ,

6 comentarios

El sol y las cervezas

Esto son cuatro españolas, un venezolano y un italiano que vivió en España con una tarde de viernes por delante. No es un chiste, aunque la velada dio para que nos riéramos hasta que se nos acabaron las ganas de más cervezas, por culpa del viento, todavía helado.

Parece que el buen tiempo se resiste a establecerse en Melbourne, pero si el sol está fuera es el que manda a la hora de elegir garito. Así que en St. Kilda y el sol posado sobre el mar, pensamos que el Esplanade Hotel era nuestro sitio. Es un antro enorme, con años de historia, un referente de la música en directo, con varias salas, una cocina con platos deliciosos y una terraza desde la que disfrutar del atardecer. Es uno de los primeros locales que conocí en la ciudad y ahora está al ladito de mi casa.

Fue una tarde de esas que te dejan buen sabor de boca. Una mesa y gente que no se conocía de antes. Me encanta ejercer de pegamento, conectar a personas que no se conocen. Y que funcione. Fue como estar en casa. Tanto, que empezamos a montar el jaleo típico una vez servidas las tapas. Sí, todos se dieron cuenta. Sí, nosotros no éramos australianos. Sí, el escándalo nos delata.

Yo que reniego de todo eso de defender la bandera, me sentí más española que nunca. Sentí que compartíamos algo cultural, un pastel compuesto por lenguaje, jerga, cotilleos de la tele y una conversación sobre la Duquesa de Alba que, ésa sí, tuvimos que explicar al venezolano.

Fue como sentirse en casa lejos del hogar, pero mejor, porque no lo eché de menos.

, , ,

2 comentarios

Buscar casa

El casado casa quiere. Esa frase mil veces oída cobra de nuevo sentido para mí. Así que nos hemos puesto manos a la obra, aunque esta faena es de todo menos sencilla.

Encontrar casa en Melbourne es añadir más horas a las jornadas maratonianas de estudio y trabajo. Los métodos son las famosas webs Gumtree o Domain o tocar a la puerta de las agencias. Con las segundas, el tiempo que pasa hasta que te dan la casa es más largo. Hay que ir a la visita oficial para los clientes interesados (que ellos llaman inspection), solicitar que te concedan el alquiler y que a los propietarios les gustes más que el resto de candidatos. La opción de internet es más rápida, pero te puedes volver loco. Cada día hay nuevos anuncios. Y son muchos.

Como tenemos prisa, nos hemos decidido por el método online. Es pesado, pero  he de confesar que a mí esto de buscar en internet, llamar, preguntar, fijar la cita y llegar a la casa me chifla. Al fin y al cabo -me animo con sentido del humor- es un trabajo periodístico, un trabajo de investigación. Lo que menos me gusta es comprobar cómo en muchas ocasiones las fotos no tienen nada que ver con la realidad. Estos días he visto auténticos cuchitriles, habitaciones sin ventanas, casas por las que hace meses que no se pasa un trapo o baños que se renovaron antes de que yo naciera. Es la misma fiebre inmobiliaria española de hace cinco años, cuando te vendían una casa con un pilar en mitad del comedor y aún te intentaban convencer de que ese fallo en el diseño era un plus. Cuando el comercial que te enseñaba la casa te presionaba para que te decidieras mientras te contaba que había muchísimos interesados en la misma vivienda. El mismo comercial que te llamaban dos días después porque no tenía noticias tuyas. Es lo mismo, pero en Melbourne.

Después de varios días de búsqueda, ha funcionado el tercer método, el networking, que es enterarte de algo a través de un amigo o conocido. Me mudo a St. Kilda, un sitio donde, por fin, pasan cosas. Vivo, lleno de bares y restaurantes, bien comunicado, con un ambiente alternativo y mucho moderno. Lo mejor es que hablar de St. Kilda es hablar de playa.

Mi casa está a cinco minutos andando de la orilla. Una casa compartida, en la que la aventura es conocer a tus compañeros de piso, aprender de ellos, lidiar con sus costumbres o intentar sentir que puedes tener un mínimo de privacidad que se parezca en algo a lo que tendría viviendo sola con mi novio. No es la casa de mis sueños, pero en esas cuatro paredes van a empezar a construirse alguno de ellos. Así que estoy emocionada.

, ,

5 comentarios